Sep 2 2017
Tenemos la crónica de nuestro nuevo compañero de Rutas, Jon Altuna, que nos la ha mandado contándonos cómo vivió él esta nueva experiencia. Aunque él mismo se define como “el novato”, aquí nos dejó a todos sorprendidos por su actitud, su disposición y por mantener el tipo en toda la ruta como un experto jinete. Gracias Jon por tus palabras. Os las copio:
“Ruta con Hípica Campoalegre – Crónica
 
Día 17
 
A las 8:00 de la mañana del 17 de agosto un grupo de amantes de los caballos quedaron en la gasolinera de Novallas con dirección a Grisel. Allí estaban los equinos medio preparados para partir hacia el Moncayo. En una pradera árida del pueblo Padre e hijo (dos de los guías y preparadores de caballos) ultimaban los últimos detalles para que la experiencia fuera una aventura inolvidable.
 
A las diez de la mañana se unieron al grupo, otros dos expertos en la doma ecuestre (Madre e hijo pequeño) con los víveres y enseres necesarios para partir monte arriba venían con ilusión.
 
Y comenzamos a montar a caballo suave, al paso, con calor pero con la frescura y la ilusión del novato que va a un sitio nuevo e intenta ver y aprender de todo y todos. Cuesta arriba, cuesta abajo, las cabras nos saludaban, “Chispa”, el perro que nos acompañó todo el camino, vio que esto iba a ser duro…. y se perdió o se hizo el remolón ante la caminata y los retorcidos caminos que el gran jefe de la cuadrilla elegía para llegar a lo más alto del monte.
 
Después de horas por todo tipo de caminos, piedras, arbustos y árboles paramos a comer junto a una fuente y un río que sirvió para descansar y recuperar fuerzas.
 
Las cuestas y pendientes seguían siendo habituales, montes, paredes y rocas con forma de cara de caballo, incluso algún acantilado hasta llegar a las Muelas de la Purujosa donde descansamos un rato para tomar un refresco y donde dicen que la gente tiene malas pulgas. Dos caballos tenían sueltas alguna herradura y hubo que poner remedio a ello con el coche de apoyo y las herramientas necesarias. Alguien del pueblo se llevó dichas herramientas posteriormente… ¿malas pulgas? O ¿buena intención ?)
 
Todos terminamos cansados pero contentos y cenando en un albergue de Calcena hecho a medida del grupo en buena armonía y compañía.
 
Día 18
 
De Calcena a Trasobares.
 
Desayuno casero de pan, mantequilla y mermelada, rico-rico, con fuerzas para retomar nuevos senderos, zarzas, bajadas imposibles y camino de piedras. Alguno de los caballos y jinetes vieron que se hace camino al andar… Es decir, allí por donde era complicado bajar o no existía camino también se podía subir, bajar o pasar.
 
Finalmente, llegamos a Trasobares donde los equinos quedaron junto al río descansando y los jinetes fueron a la piscina a refrescarse. Una voz por el altavoz de la piscina llamó a los privilegiados del grupo Campoalegre a degustar una impresionante paella. Sé que alguno repitió … no digo más. 😉
 
La vuelta al albergue de Calcena todo parecía un paseo aunque para no bajar el nivel de incertidumbre y de atención siempre encontramos puntos de dificultad y de paso estrecho. Pequeños retos y obstáculos que todos íbamos superando, hasta el más inexperto (un servidor) aun apeándose alguna vez del caballo, fue capaz de concluir con éxito la ruta.
 
La cena también fue genial, amenizada esta vez con dos conocidos “Cow Boys” componentes asiduos al grupo de rutas Campoalegre que contaron sus aventuras y desventuras pasadas.
 
Día 19
Calcena – Calcena
 
Repetimos un buen desayuno y algunas agujetas hacían acto de presencia… pero enseguida fuimos a preparar los caballos. Puestos en marcha, esta vez, corría una ligera brisa que se tornó más fuerte según subíamos monte arriba. El paraje era precioso aunque por el camino de zarzas que íbamos surcando nadie se libraba de algún arañazo o rasguño de algunas de esas amables plantas. Sí, sí, digo amables porque no parábamos de intentar coger sus moras, que por cierto, estaban buenísimas. Paramos a comer junto a un edificio perdido en el monte, ya en ruinas pero con innumerables zarzas con moras para todos. Allí comimos y seguimos nuestro camino.
 
Ya de vuelta al albergue se notaba cierto cansancio pero con la alegría de haber pasado unos días inolvidables en compañía de buena gente y habiendo superado muchos obstáculos.
 
Llegamos a Calcena, no sin antes cruzar ríos, carreteras y acantilados, acto seguido limpiamos los caballos y les dimos su comida para dejarles descansar.
 
En definitiva, esta experiencia de estos días ha sido una pasada, se la recomiendo a cualquiera que le guste la naturaleza, la buena compañía y los caballos.
 
Fue todo un placer!!!!
 
Un abrazo a todos.
 
Jon”

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