Ago 9 2017

Los días 28 y 29 de julio, José Ángel nos guió a tres amazonas por distintas rutas del Moncayo. Isabel y Leticia aterrizaron en Campo Alegre desde Madrid.  Aquella a recordar sus tiempos de montar a caballo, ésta a acercarse al mundo ecuestre y aprender a montar. Ambas a disfrutar de un tipo de vacación especial juntas, viviendo en la hípica con la familia Jiménez-Ruiz, los dueños.  A juzgar por lo que comentaban sobre el ambiente de familia, el nivelazo de las comidas preparadas por Mabel, las clases de José Ángel y las salidas a caballo de la hípica … creo que la semana estuvo a la altura de sus expectativas.  Y cuando me contaban esto todavía no habían vivido lo mejor: la ruta de los dos días por el Moncayo.

El jueves, el primer día, estuvimos seis horas de ruta, dos fueron el desplazamiento desde la hípica en Novallas hasta Torrellas, y seis maravillosas horas por distintos caminos – y rutas fuera de ellos – desde Torrellas hasta San Martín de la Virgen del Moncayo, rodeando el pantano del Val y cruzando mil parajes. Es bonito ver lo que te rodea, especialmente si se tiene la suerte de disfrutar también del olor de la naturaleza … mmmm … del tomillo, por ejemplo. ¿Hay más exquisito? Y qué decir de la brisa de distintas temperaturas en momentos seguidos: extraño y placentero a la vez. Un festival para los sentidos.

El viernes … el viernes fue fascinante: Desde San Martín hasta el Santuario del Moncayo.  Desde 800 m hasta 1.600 m.  Se dice pronto.  Seis horas de excursión. Qué puedo decir de lo que se siente a caballo en un día supuestamente tórrido, cabalgando al paso a la sombra, entre árboles durante la inmensa mayoría del recorrido. Qué decir de la Senda de las hadas:  Recorrerla es algo mágico. Inolvidable. Será el sol colándose por las hayas dibujando mil topos, el musgo, las rocas, el sendero ondulante.  Será todo junto. Es una senda larga: Más tiempo en el cielo.  A Isabel y a mí nos encantó el recorrido, pero qué decir de las sensaciones que transmitía Leticia: fascinación, emoción, agradecimiento, incredulidad de verse allí a caballo. Comenzar a montar un lunes y verse en rutas cuatro días después. Verse segura, con capacidad para saborear el montar a caballo y el recorrido, le aportó mucha satisfacción.  Y, claro, esto es contagioso.  Fue una suerte vivirlo con ella.

Elvira Notivol

30 de julio 2017

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